27 feb 2014

De profesión, soñadora.

Un fardo de años me arrastra en un vaivén de situaciones hacia allá y acá pero más para allí que para aquí. Regreso al aquí y encuentro un otra vez. De pronto los años no pasan, de pronto las conversaciones se repiten, los hábitos, formas de hablar y de no hacerlo… Cambiar para que todo siga igual, como ya leí hace años. Cambiar para que todo siga igual, y ¿qué cambia? La negra Sosa respondió bien, sin embargo, el vaivén sigue y la profesión se repite, soñadora. Mucho se ha leído y cantado al respecto de esta profesión, solitaria, gratuita y sencilla. ¿Útil? Tal vez.
  
Entonces si es cambiar para que todo siga igual, ¿para qué volver? ¿Qué es lo que merece la pena encontrar? ¿Qué es lo que nos apena dejar? ¿Qué es lo que nos alegra redescubrir? Hábitos, costumbres, maneras. Algunas tan dejadas y olvidadas que hasta molestan al reencuentro. Y de nuevo, sensaciones y miedos, temores, esperanzas viejas que se repiten, pero ¿cómo se sienten? Impasibles, cada vez más.

Y de nuevo un afán de agarrarme a ese vaivén que me llevará a lugares remotos donde el  corazón sonríe de nuevas experiencias, llora por las desconocidas y amargas y finalmente decide acorazarse de nuevo. ¿Para qué estar aquí o allá, para qué irse y para qué volver? ¿Hay qué  aportar, extraer o concluir algo en este camino? El día pasa, nuevamente, buenas noches, que lindo que es dormir de nuevo y soñar y de repente, otra vez, ¡Buenos días vida! Soñar despierta, o soñar dormida, lo importante es seguir soñando.


23 feb 2014

Martes.

En el séptimo piso de un viejo edificio de la Rue Dulong vive Elena. Hace tanto  que llegó a ese lugar, que ya ni se acuerda de cuando fue. Hay rutinas que se repitieron durante años, más allá de los cambios que sufría el edifiico. Vecinos nuevos llegaban cada pocos meses, los cuales saludaba las primeras veces que se cruzaban, pero luego, casi siempre terminaba odiándolos por sus ruidosos hábitos. Elena siempre vivió sola, ni un lindo animalito se animó a llevar a casa para que le hiciera compañía.  Las mañanas soleadas acostumbraba a pasear por las calles del barrio hasta llegar a la Place de Batignolles. 

Era martes cuando sentada en el mismo banco de cada día, alguien la saludó y se sentó a su lado. No es ese tipo de constumbres las que Elena suele vivir, sin embargo, más allá del asombro, respondió al saludo de manera amable. Repasó a esa hermosa chica que le había regalado una sonrisa ¿cuándo fue la última vez que alguien le dedicó una sonrisa? más tiempo del que vivía en Dulong, por tanto, tampoco sabía. 
Vió en esa linda joven todo lo que ella deseaba, un aire distendido, seguridad en sí misma, postura erguida y lo más importante, facilidad en la risa. Mientras la miraba, su latido se aceleraba por segundos, los miedos ocultos durante años alfloraban y su deseos se desataban. Tantos vecinos saludados y tantas mujeres deseadas, siempre ocultas en amabilidad o en rechazo. El deseo es traicionero por momentos, y eso Elena lo había comprobado en innumerables ocasiones. Por eso esta vez, venció los miedos y se dejó llevar por lo que siempre deseó. Cuando se animó a decirle a Diana, pues así resultó llamarse, lo hermosa que le había parecido, obtuvo una respuesta similar hacía sí misma. Su corazón seguía acelerándose, no sabía  si medir o lanzar, pero se lanzó. Le pidió compartir una taza de té y una conversación en algún otro lugar y varias horas más tarde, muchas historias compartidas, risas desmpolvadas y miedos enterrados, Diana y Elena se abrazaban en el calor de ese solitario hogar. 

Dos cuerpos desconocidos y dos almas deseosas en un martes donde la vida,  sorprendió de repente.

17 feb 2014

Las calles de Paris hablan.


Decenas de épiceries permanencen abiertas día y noche en todos los rincones de la ciudad. En los días nublados, donde el cielo blanco entona con los grises y azules oscuros de sus viejas viviendas, el colorido de las frutas, nos alegra al pasar. 


Hay quienes se dedican a interpretar el arte, otras personas simplemente lo observan. 


















12 feb 2014

Que viva el amor.

Simona adora vivir, a pesar de que se bate cada día con gran cantidad de normas absurdas que tratan de impedirle ser ella misma, y que además, tratan de negarle la evidencia de muchos elementos reales. Tiene un corazón fuerte pues no le teme a la soledad. La soledad de despertar en una cama vacía, escuchar la radio, mirarse al espejo y quererse tal como es, amarse sin que nadie le hable en las mañanas, con la única compañía de su corazón,  el cual la obliga a que sienta lo valiosa que es.

Cada día es único, y en cada uno de ellos sus actos  van cargados de acciones que continuamente persiguen su sueño, ¿o tal vez sueños...? ¿Qué debería desear Simona? Los días que el dilema se presenta en su cabeza una dura batalla transcurre en su interior. Vacío, tristeza, orgullo y libertad  son sólo algunos de los sentimientos que la recorren en apenas pocas horas. El día que decide transgredir  se siente libre y fuerte,  creando pánico y reputación a su alrededor. Es transgresora, pero no se confundan, no es fácil. Cuando se siente triste o vacía se esconde, no habla, no comunica, espera sanarse de la batalla para presentarse de nuevo frente al mundo. 

Le encanta el placer, lo manifiesta, se enorgullece de ello. Sabe complacerse tanto que aquellos a quienes complace jamás pueden olvidarla. Se siente libre, es dueña de sí misma y nadie mejor que ella para amarse. No rechaza amores compartidos, pero le gusta escogerlos. Antes sufría por los rechazos, ahora se divierte con ellos.  A veces se ríe de quienes la temen, otras se indigna porque así sea. Pero aunque no sea fácil, toma la iniciativa, escoge, transgrede y se fortalece. Sola, en compañía, entregando o entregándose, Simona se ama

4 feb 2014

Sin límites.

Una mañana me desperté mientras alguien gritaba mi nombre. Cuando alcancé a llegar a la ventana y mirar a través de ella, no vi más que un hombre jugando con un lindo perrito. Debido a la poca visibilidad que tenía por esa ventana decidí salir a buscarlo. Miraba a todos lados, caminé incluso de un lado a otro de la calle, pero no había nadie más, ese hombre llamaba a su perro por mi nombre.


Los límites siempre me confundieron. 
Límites son esas línas imaginarias o físicas que delimitan hasta dónde podemos o no llegar. 
Cuando camino hacía el mar cruzo el límite que me moja o decido permanecer seca. 
Cuando camino en la montaña decido tirarme por el precipicio o  mantenerme 
a salvo.
Cuando mi mente vaga por tú recuerdo, decido recrearme en ti o sacarte de mis pensamientos.

A veces me sorprende ver hasta dónde estoy dispuesta a llegar. Creo que mantengo mis límites a salvo, otras sin embargo tengo mis dudas. Pero a salvo ¿de qué o quién? Pues del agua, de la solidez de un suelo firme y de los sentimientos que tus recuerdos generan en mí.


Así que he decidido que ya está bien de tanto salvar,
 me voy a mojar, voy a echar a volar y te voy a enfrentar.


Atardecer en Étretat, cuyos precipios invitan a saltar.