27 abr 2014

Domingo.

En el intento de no seguir marcas pautadas sobre cómo debería reaccionar, a Elena le tocó pasar por situaciones de estrés, incertidumbre y hasta temor. Ansiaba volver a ver a Diana, pero no quería espantar la oportunidad por un deseo precipitado. Las visitas se habían tornado frecuentes, hasta que de repente un día, sumaban semanas sin un solo encuentro. Tanto desgaste emocional acumulado en esa casa durante años no podía seguir creciendo, optó por arrancar las emociones que Diana empezó a generar en ella, para después de un escueto duelo, volver a la frialdad. Pero le resultaba  raro sentirla lejos, lejos de aquel nicho que rugía en el silencio por las noches, donde gritos y gemidos de pasión ahogaban la muda oscuridad. Se habían explorado  a ciegas, en una entrega total que desembocaba en pérdidas de noción del tiempo, cuando parecía que habían pasado horas, aún no amanecía y cuando creían haber despertado temprano, el medio día las alcanzaba.

Elena tenía la casa repleta de objetos, algunos regalados y otros tantos adoptados de la calle. Un día, encontró unos zapatos nuevos que gustaban a todos excepto a ella, y aún así, los usó tanto que nunca olvidará aquel día cuando un diluvio le terminó mojando los pies obligándola a no poder usarlos nunca más. También había encontrado un lindo abrigo que usó en  varias salidas, algunas de ellas, “elegantes”. Sin embargo, esa tarde, cuando ahí, en la puerta de casa, Gabriel  la vino a buscar y encontraron el patín, se dio cuenta de que se había empezado a olvidar de ciertos maravillosos encantos que tiene la ciudad, como el de encontrar objetos más o menos útiles, sin ningún tipo de esfuerzo.

Juntos,  salieron a patinar en ese día que decaía por minutos, y Elena comprendía que lo importante no era tanto buscar el patín para desplazarse, sino aprender a usarlo para no caerse, aunque supiera que una u otra caída por el camino siempre encontraría. ¿Sería Diana una de ellas? 

26 abr 2014

¿Es posible?

Quejarse del frío y escapar del calor.
Lamentar la corta duración de los días en invierno y desvelarse en la noche de los días largos de verano.
Resacas insoportables y fines de semana venideros cargados de alcohol. 
Que raro sentimiento ansiar una situación particular y extrañar la que dejamos al encontrar por fin la nueva. 

El pasado llega atorando el presente y queriendo agarrar el futuro.
 El pasado, negado a aceptar que ya es un fantasma, no se deja escapar de los pensamientos facilmente. Decidido, llegó a anclarse en el presente. 
El futuro, lanza ráfagas queriendo adelantarse, en un presente abrumado por la presencia del pasado.
¿A qué tiempo agarrarse?  Vivir un presente neutro, sin tener en cuenta lo que fue y lo que será.
¿es posible?

¿Es posible la valentía huyendo de la sinceridad, la transparencia y la claridad?

A) No.
B) Imposible.
C) Todas las anteriores son correctas.








7 abr 2014

Llegó el momento.

Llegó el momento.
Legó el momento y no lo acepto,
sabía que llegaría y algunas veces, me  preparé para él.
Pero por más que lo pensara, nunca estuve dispuesta a aceptar su llegada.
Es por eso que  aunque traté de prepararme, llegó y resultó sorpresivo.
¿Era posible prepararse para él?
Cuando veces anteriores, llegó para los demás, pensaba que algún día, 
también llegaría para mí.
Sin embargo, siempre lo veía lejos, tan lejos... 
y esa lejanía de pronto un día, se desvaneció.
Me empujó fuerte, tan fuerte, que sentí pararse mi corazón.
Todas las preocupaciones cotidianas desaparecieron,
mi mente bloqueada sin poder razonar,
mi alma sin saber qué sentir...
Mi peso se triplicó, no podía caminar ni apenas mirar al frente.
La tristeza e incredulidad me tiraban hacía abajo tanto, que el suelo parecía alto.
¿Cuánto tiempo va a durar esto?
Hay momentos que son temporales, pero este, será infinito.
Legó el momento,
el momento interminable de acostumbrarme a vivir sin ti.

2 abr 2014

Piedras.

Llevo un rato contemplando el cambio de iluminación del sol que brilla en el cielo. Las hojas verdes de los árboles por fin brotaron con el inicio de la primavera. Largos meses caminando por esta tierra mojada y despoblada, desembocaron en días claros, floreados y ruidosos al fin. Es un alivio comprobar que todavía existe la vida humana fuera del cemento gris de París.

Pienso en los momentos que compartí contigo, en los deseos de volver a verte cuando no estaba junto a ti y las ansias soportadas las previas a nuestros encuentros. Parece que fue ayer cuando acostada en la sombra de los árboles antes de que el invierno los convirtiera en esqueletos, trataba de adivinar los pensamientos que corrían por tu cabeza, cuando nada importaba a nuestro alrededor y los momentos se reducían a instantes. Ese grato tiempo que llegaba a su fin de manera tan veloz que se convertía en espejismo para da paso, nuevamente, a la espera de volver a encontrarte.

Una señal tuya siempre bastó para aplacarme, cuando creí que llegaría, no lo hacía y cuando no la esperaba, me sorprendía. En cuanto a las mías, sé que a veces te parecieron pocas y distantes. El pasado me cargó de miedos, piedras que se cruzaron en mi camino y que luego quise evitar. Sin embargo, por más que lo intente, este bosque siempre estará cargado de piedras en sus senderos. Hay tramos tan repletos que resulta casi imposible esquivarlas, en otros, brillan por su ausencia. Así querría yo que fuera mi proyección futura cuando estoy pensando en ella, sin piedras... Pero por tanto tenerlas en cuenta para no encontrarlas en mi camino, he terminado  añadiendo yo misma, piedras al mismo.