15 jul 2014

Entre sapos y príncipes.

Nicole no besa sapos.
Los sapos, avivados, siempre se escapan. Tanto mejor para ella.

Tampoco besa príncipes.
Los príncipes, nunca fueron su estilo.

Por eso Nicole besa hombres, ni más, ni menos.
Con algunos decide pasar las barreras  de su honra, esa por la que tanto le insistieron para que fuera defendida. Sin embargo Nicole, prefiere cultivar su bien être. Su honra le concierne únicamente a ella y es quien decide cómo definirla. Es así como deshace todo un castillo de normas y valores preestablecidos en los que su propio goce se convierte en prioridad.

Cuando tumba las barreras se enfrenta a la masculinidad de los hombres normales, los que no fueron sapos ni se convertirán en príncipes.
En innumerables  lugares del mundo su placer y deseo es ninguneado y donde no lo es, suele ir definido a una dependencia fálica.  Un esquema de valores patriarcales en los que la relación íntima se define como exitosa sólo y cuando él logra la absoluta rigidez.  Nicole detesta este valor, pues ella acepta la flexibilidad. A veces le molesta si llega en exceso, pero no se ata a la idea de éxito que busca complacer el ego de la masculinidad.


Nicole adora su cuerpo ya sea con contextos rígidos o flexibles, pues sabe que siempre podrá disfrutar independientemente de ellos. Entonces, ¿por qué le niegan el placer cuando la rigidez se desvanece? 
Las quejas y disculpas de aquellos que se sienten abandonados de la que se supone debe ser su esencia  le llegan y fatigan una vez más.  Y ahí, de nuevo, entre lamentos y justificaciones se siente de nuevo, orgullosamente hueca.