16 jul 2013

El futuro, que está muy blanco.

Nos encontrabámos frente al vasto desierto más grande de nuestro hermoso  Planeta Tierra.
En él, un ser de apenas unos pocos centímetros  de largo y escasos gramos,
 se paseaba dejando superficiales huellas sobre una tierra cálida y suave al tacto.

En una de las dudas que cada día pueblan mi cabeza, se encontraba esa de como reacciona un animalito de esa envergadura ante obstáculos en una gran extensión como  el  Sahara. 
Bastaba poner chiquitas barreras, que más allá del aturdimiento que pudieran conllevar,
no lo hacían más que reaccionar con una rápidez y agilidad increíbles.

El silencio es el único acompañante en ese momento, sólo ecos lejanos recuerdan que  no estamos tan solos... y decenas de pensamientos se pasean a sus anchas sin dar tregua al vacío mental.
 Lo más conveniente, no siempre resulta ser lo más fácil.

Interrogaciones abiertas y cerradas, rellenas de frases de una, dos y hasta tres líneas cuestionando todo aquello que se siente y tratando de dar respuesta.
 Una de las mayores luchas; no dejar de creer en la bondad del ser humano, pues de uno u otro modo, es díficil creer en un sistema social mejorable y por ende, mejor, si sólo se tienen en cuenta los atributos negativos de aquellos que nos defraudan.

Y fue así, como en el intento de conocer a los demás, me di cuenta que lo importante era,
 tratar de conocerme a mí misma.








Si él, tratara de conocer todo el desierto, el cual multiplica por muchos ceros su tamaño,
 no caminaría más.





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