21 mar 2015

Visiones

Se cuenta que hubo una vez en que una chica explotó como los huevos que se introducen en el microondas, ese artefacto moderno que muchas personas describen como imprescindible. Julia había decidido que no quería soportar lo insoportable. Y lo insoportable para ella era lo más soportable para su vecindad, por eso el día que apareció pegada a trozos por todas las paredes, techo y suelo de su habitación, fue una noticia que hizo temblar a todo el pueblo.

Los testigos del sucedo cuentan que Julia estalló, pero lo que encontraron no fueron restos humanos como tenían previsto, sino un montón de notas escritas de su puño y letra en las que relataba los pensamientos que guardó durante años. Su mudez no le ayudó a desarrollar su paciencia y desde el día en que perdió la voz, su expresividad se fue reduciendo tanto, que ésta llegó a ser total. Su explosión no era negativa, sino cargada de mensajes de agradecimiento y buenos recuerdos, sin embargo, desde este suceso, nadie más la volvió a ver y nunca se la pudo encontrar.

Algunas personas siguen especulando sobre quién fue el cómplice que le ayudó a no dejar ni rastro, otras piensan que fue un suicidio tan bien armado, que ni el cuerpo pudieron encontrar. Pero una pequeña parte del pueblo, esa que la fue a buscar y leyó todos esos mensajes, se dio cuenta de que realmente Julia, hacía mucho tiempo que se había ido, pero muchas veces no basta con desparecer en alma para que los que nos rodean se percaten de nuestra ausencia, sino que precisamos la desaparición física para que nuestros ojos  adviertan que no toda la realidad que nos rodea, se percibe mediante ellos. 

    "Un verdadero bello espíritu piensa más en las cosas que en las palabras" 
Eugenio Espejo

18 mar 2015

Un misterio indescifrable

El lugar donde reposan los sueños de Zaida se encuentra la mayor parte del día vacío.  Solamente su imaginación lo llena de aquellas situaciones que le gustaría desarrollar en su vida cotidiana. 
Hace días que no para de llover y el frío se le introdujo en los pies a tal punto que ni los baños calientes, ni las cobijas en la noche, se lo logran mitigar. 
Su mente está plagada de recuerdos que vienen a recordarle el motivo de su nuevo destino. También se compone de huecos que ocultan todos aquellos sucesos del pasado de los que no se quiere acordar.

Los lunes a la mañana, siempre a las 6:30, Juan llama a su puerta. El servicio de lavandería que contrató funciona a domicilio de manera puntual.  Le entrega su ropa sucia en una gran bolsa de basura y ella la pasa buscando por la tarde, siempre después de las 17h.
Juan viste siempre la misma ropa, tal vez porque su indumentaria se rige por planes también estrictos, tal vez porque la diversidad de sus prendas es tan pequeña que no parece variarla. Siempre sin afeitar, con ese semblante serio y formal, pero con la actitud de quién fotografía minuciosamente el lugar en el que se encuentra.
Juan nunca le habla, apenas la mira a los ojos y siempre parece mirar a la nada. Zaida lo describe como un chico inseguro y tímido.  No es que ella sea muy segura, pero si lo suficiente para detectar a quienes no lo son.

Luego del tercer lunes de servicio, Zaida encontró que los pares de calcetines regresaban solteros. Con este clima de humedad constante le venían a golpear donde más frío le daba, en los pies.

Cada semana, este fenómeno de las desapariciones comenzó a repetirse y uno de los días que regresó a casa con su ropa, había una nota guardada en el interior que decía, “los calcetines no se pierden”. Este hecho le produjo un desconcierto tenaz así que, para evitar que el misterio se siguiera desarrollando, decidió comprar una lavadora. Sin embargo, mínimo un lunes al mes durante el tiempo posterior a la compra, Juan le llamaba al timbre y con disculpas, le devolvía uno a uno, los calcetines que se perdieron en cada lavada. Zaida sabía que resultaba más fácil perder un calcetín lavando ropa que en una noche de pasión en la playa. Pero también  que era más difícil encontrar estos pares perdidos que repetir ese tipo de momentos. Por algún motivo, Juan escondía estas prendas, y este era uno de esos misterios de la vida que Zaida, no llegaría nunca a desvelar.