El lugar donde reposan los sueños de Zaida se encuentra la mayor parte del
día vacío. Solamente su imaginación lo
llena de aquellas situaciones que le gustaría desarrollar en su vida cotidiana.
Hace días que no para de llover y el frío se le
introdujo en los pies a tal punto que ni los baños calientes, ni las cobijas en
la noche, se lo logran mitigar.
Su mente está plagada de recuerdos que vienen a
recordarle el motivo de su nuevo destino. También se compone de huecos que
ocultan todos aquellos sucesos del pasado de los que no se quiere acordar.
Los lunes a la mañana, siempre a las
6:30, Juan llama a su puerta. El servicio de lavandería que contrató funciona a
domicilio de manera puntual. Le entrega
su ropa sucia en una gran bolsa de basura y ella la pasa buscando por la tarde,
siempre después de las 17h.
Juan viste siempre la misma ropa, tal vez porque su indumentaria se rige
por planes también estrictos, tal vez porque la diversidad de sus prendas es
tan pequeña que no parece variarla. Siempre sin afeitar, con ese semblante
serio y formal, pero con la actitud de quién fotografía minuciosamente el lugar
en el que se encuentra.
Juan nunca le habla, apenas la mira a los ojos y siempre parece mirar a la
nada. Zaida lo describe como un chico inseguro y tímido. No es que ella sea muy segura, pero si lo suficiente para detectar a quienes no lo son.
Luego del tercer lunes de servicio, Zaida encontró que los pares de
calcetines regresaban solteros. Con este clima de humedad constante le venían a
golpear donde más frío le daba, en los pies.
Cada semana, este fenómeno de las desapariciones comenzó a repetirse y uno
de los días que regresó a casa con su ropa, había una nota guardada en el
interior que decía, “los calcetines no se pierden”. Este hecho le produjo un
desconcierto tenaz así que, para evitar que el misterio se siguiera
desarrollando, decidió comprar una lavadora. Sin embargo, mínimo un lunes al
mes durante el tiempo posterior a la compra, Juan le llamaba al timbre y con
disculpas, le devolvía uno a uno, los calcetines que se
perdieron en cada lavada. Zaida sabía que resultaba más fácil perder un
calcetín lavando ropa que en una noche de pasión en la playa. Pero también que era más difícil encontrar estos pares
perdidos que repetir ese tipo de momentos. Por algún motivo, Juan escondía
estas prendas, y este era uno de esos misterios de la vida que Zaida, no
llegaría nunca a desvelar.
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