18 mar 2015

Un misterio indescifrable

El lugar donde reposan los sueños de Zaida se encuentra la mayor parte del día vacío.  Solamente su imaginación lo llena de aquellas situaciones que le gustaría desarrollar en su vida cotidiana. 
Hace días que no para de llover y el frío se le introdujo en los pies a tal punto que ni los baños calientes, ni las cobijas en la noche, se lo logran mitigar. 
Su mente está plagada de recuerdos que vienen a recordarle el motivo de su nuevo destino. También se compone de huecos que ocultan todos aquellos sucesos del pasado de los que no se quiere acordar.

Los lunes a la mañana, siempre a las 6:30, Juan llama a su puerta. El servicio de lavandería que contrató funciona a domicilio de manera puntual.  Le entrega su ropa sucia en una gran bolsa de basura y ella la pasa buscando por la tarde, siempre después de las 17h.
Juan viste siempre la misma ropa, tal vez porque su indumentaria se rige por planes también estrictos, tal vez porque la diversidad de sus prendas es tan pequeña que no parece variarla. Siempre sin afeitar, con ese semblante serio y formal, pero con la actitud de quién fotografía minuciosamente el lugar en el que se encuentra.
Juan nunca le habla, apenas la mira a los ojos y siempre parece mirar a la nada. Zaida lo describe como un chico inseguro y tímido.  No es que ella sea muy segura, pero si lo suficiente para detectar a quienes no lo son.

Luego del tercer lunes de servicio, Zaida encontró que los pares de calcetines regresaban solteros. Con este clima de humedad constante le venían a golpear donde más frío le daba, en los pies.

Cada semana, este fenómeno de las desapariciones comenzó a repetirse y uno de los días que regresó a casa con su ropa, había una nota guardada en el interior que decía, “los calcetines no se pierden”. Este hecho le produjo un desconcierto tenaz así que, para evitar que el misterio se siguiera desarrollando, decidió comprar una lavadora. Sin embargo, mínimo un lunes al mes durante el tiempo posterior a la compra, Juan le llamaba al timbre y con disculpas, le devolvía uno a uno, los calcetines que se perdieron en cada lavada. Zaida sabía que resultaba más fácil perder un calcetín lavando ropa que en una noche de pasión en la playa. Pero también  que era más difícil encontrar estos pares perdidos que repetir ese tipo de momentos. Por algún motivo, Juan escondía estas prendas, y este era uno de esos misterios de la vida que Zaida, no llegaría nunca a desvelar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario