Son las 15 horas de la tarde, el sol abrasa a lo alto pero Belén oye el
mismo silencio de todos los días. La calle
de su ventana es tranquila y nunca se escucha ruido urbano, sin embargo, el
silencio de ese día es especial pues la desolación atraviesa cada muro de la casa.
La ciudad está vacía. Camina sin pensar. En esos momentos se dedica a
sentir. Se comunica consigo misma, recuerda el día que llegó, cuenta el tiempo
que pasó, imagina el futuro que vendrá. Se visualiza a futuro por esos
entresijos que todavía le resultan indiferentes, esos a los que con paciencia
espera ponerle historias. Ella no busca
visitar ciudades, sino vivirlas para ponerles sentido. Sin embargo al principio
todo está vacío y los días especiales
resultan algo complicados, esos días que
para algunas personas significan el fin de la semana y para otras el inicio.
Al regresar a casa en la noche, en la cual el vacío sigue presente en cada
rincón, arranca la melodía nocturna, la de los ladridos de los perros callejeros
que en su soledad acompañan a Belén en el final de su jornada.
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