Muchas veces tendemos a esperar a que los colores nos lleguen solos, siempre y cuando demos por hecho que una gran variedad de los mismos es alegre y necesaria. París es uno de esos lugares donde no resulta precisamente fácil encontrarlos, por eso es tan agradable que lluevan sobre nuestras cabezas al pasear junto a los árboles que pueblan los rincones verdes de la ciudad.
Alguien tuvo una de esas ideas que luego se enmarcan en lo que otros definen como arte,
sea abstracto, moderno o como se le quiera llamar.
Punto y aparte al respecto.
Los colores del alma son como los de las ciudades, si no se encuentran con facilidad toca crearlos.
¿Y si los sentimientos tuvieran colores? Tal vez lo sano sería ser capaz de pasar por todos ellos para que haya un equilibrio.
Esta ciudad de pronto nos sorprende con un sol deslumbrante que con un día blanco y todavía, por suerte, verde vertical, así que bueno, disfrutemos de lo que implica que cada día destaquemos en rojo, azul, verde o amarillo, pues no olvidemos que el resto, siempre estarán ahí aguardando su momento para salir.
Esperemos.
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