16 dic 2013

Cuando de espíritus se trata.

Cada mañana amanece en la Rue d’Alèsia una pequeña familia que habita un hogar  gris y sin jardín. Apenas un techito y unas paredes de plástico barato les sirven de refugio en las noches heladas de Paris.
Es fácil encontrarlos allí, es ese tipo de familia que no viaja y que no muda su hogar.  Sin embargo, realizan actividades cotidianas como cada persona que habita bajo techo rígido; levantarse con el alba, desayunar, leer la prensa, hablar y tal vez comentar las noticias de actualidad o incluso, algo más importante, manifestar su estado anímico en ese nuevo día.


Llega diciembre a nuestro calendario y con él, el “espíritu navideño”. Lo que significa o implica este espíritu ya muy pocos lo recuerdan. La costumbre dominante pasa por el filo monetario, el cual nos empuja a reaccionar de maneras varias y bastante pintorescas.  Toque añadir un detalle arraigado en este proceso espiritual,  el lindo arbolito que durante días se seca y terminar de morir en tantos lugares. Y es que, ¿a quién no le gusta plantar un pino en casa? Tanto es así, que hasta aquellos que habitan lo inhabitable siguen esta costumbre.


En Paris, este ser vivo se vende por un precio que no definiríamos justamente como módico, sin embargo, ellos, la familia Alèsia, también plantaron su arbolito, aunque tal vez ellos si que por un costo razonable. 

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