¿Cuál es el objeto de orientación más antiguo? Tal vez sea la brújula. Hay muchas maneras de
saber qué camino seguir para llegar a destino. Pero lo difícil del camino, no
es saber orientarse, sino tener claro de a dónde se quiere llegar. Buscando ese
lugar al que llegar, pasan de repente, años, y con ellos, es cuando María decide escribir en su
lista de vivencias, cuantos amores se terminaron al alba y cuantas amistades se
terminaron los lunes…
Es verano y el clima se tornó lluviosos durante días, apenas sale el sol,
pero María no necesita ver el astro mayor
para saber qué él sigue ahí. En esos días fríos de verano agradece tener la
certeza de la existencia de un “algo”, por mínimo que éste sea. Su corazón
sigue dudando si podrá encontrar corazones como el suyo, que resisten al tiempo y a esas situaciones
vitales que insisten en congelar buenos sentimientos. El amor en un planeta
donde la historia sigue creándose con
genocidios y esclavitud pese a los
siglos repletos de crímenes e injusticias.
Tal vez sea la esfera personal donde se encuentra ese sentimiento, ¿sabrán
amar los asesinos, los torturadores, los genocidas? ¿Cómo puede María luchar
con tanta realidad evidente para seguir creyendo en el amor? Sin embargo, ¡lucha!
Ella ama, confía, y se deja ver. Ama a quien no la ama, confía en quienes no se
fían y es transparente con los que sienten miedo. ¿Existirá quien ame, confíe y
se deje conocer cómo ella?... Cada noche, antes de dormir, su vida pasada le
repite con negativas, pero al amanecer, con o sin astro mayor brillando, se
aferra a su capacidad de amar, a sus ganas de llegar y a sus esperanzas y decide
que sí, que existe. Que el amor existe, y que la historia dejará algún día de
escribirse, sea sin situaciones desagradables, sea sin situaciones sin más,
porque todos, habremos llegado a destino.
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