14 ago 2014

El Destino.

¿Cuál es el objeto de orientación más antiguo?   Tal vez sea la brújula. Hay muchas maneras de saber qué camino seguir para llegar a destino. Pero lo difícil del camino, no es saber orientarse, sino tener claro de a dónde se quiere llegar. Buscando ese lugar al que llegar, pasan de repente, años, y con  ellos, es cuando María decide escribir en su lista de vivencias, cuantos amores se terminaron al alba y cuantas amistades se terminaron los lunes…  

Es verano y el clima se tornó lluviosos durante días, apenas sale el sol, pero María no necesita ver el  astro mayor para saber qué él sigue ahí. En esos días fríos de verano agradece tener la certeza de la existencia de un “algo”, por mínimo que éste sea. Su corazón sigue dudando si podrá encontrar corazones como el suyo,  que resisten al tiempo y a esas situaciones vitales que insisten en congelar buenos sentimientos. El amor en un planeta donde la historia  sigue creándose con genocidios y esclavitud  pese a los siglos repletos de crímenes e injusticias.


Tal vez sea la esfera personal donde se encuentra ese sentimiento, ¿sabrán amar los asesinos, los torturadores, los genocidas? ¿Cómo puede María luchar con tanta realidad evidente para seguir creyendo en el amor? Sin embargo, ¡lucha! Ella ama, confía, y se deja ver. Ama a quien no la ama, confía en quienes no se fían y es transparente con los que sienten miedo. ¿Existirá quien ame, confíe y se deje conocer cómo ella?... Cada noche, antes de dormir, su vida pasada le repite con negativas, pero al amanecer, con o sin astro mayor brillando, se aferra a su capacidad de amar, a sus ganas de llegar y a sus esperanzas y decide que sí, que existe. Que el amor existe, y que la historia dejará algún día de escribirse, sea sin situaciones desagradables, sea sin situaciones sin más, porque todos, habremos llegado a destino.


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