3 abr 2015

Actores

Existe un lugar donde el silencio del amanecer es como el del llanto de un bebé antes de nacer, solamente la imaginación nos permite ponerle sonido. Mas si ese lugar escapa al ruido, no lo consigue así a la luz, la cual se encargó de despertar a los dos seres que pasaron esa noche juntos. Dos cuerpos en contacto físico pero muy alejados el uno respecto del otro. Los gallos no se atrevieron a cantar a esa mañana, temían el disturbio que podía ocasionar ese despertar de dos desconocidos, pero la luz, se encargó de ello. Cuando se miraron recordaron que el momento de gloria que los había unido, se desvaneció muy rápido y dudaron entre repetirlo o escapar.  Ella optó por el silencio. Él decidió llevar la conversación a temas que ni siquiera le interesaban para iniciar así la argumentación de una partida que según él, debía producirse pronto.  La incoherencia entre temas de una conversación, demuestra el desinterés hacia la misma.  Ella sólo rompía el silencio para seguir la pieza de ese teatro.

La mañana estaba fresca y algo lluviosa. No entendía que las palmeras sobreviviesen a ese clima  pero esa era la prueba de que si ellas podían adaptarse,  también ella lo haría para así sobrevivir a la situación en qué se encontraba. Ese desconcierto le hizo olvidar por un buen rato, el amor que sentía dentro y que tanto deseo le generó luego de años. Pasaron días hasta que volvió a recordar, ilusionarse y de nuevo sentir.

El camino de escape fue largo si se mide en tiempos teatrales, pero las piezas de la propia vida pueden no terminar nunca cuando sus protagonistas se niegan a aceptar que no viven su propia realidad.

Ella entendía que somos actores de nuestros propios miedos e inseguridades, sin percibir que justamente esas acciones son las que los  hacen visibles a  aquellos que no temen no actuar.




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