27 nov 2013

El salmón.

Hace años, vivía todavía en tierras españolas, país que me vió nacer y crecer. Crecer de muchas maneras, no sólo física, pues hubo un tiempo en que dedicaba mi vida al estudio de la sociología.

La sociología es esa ciencia la cual, muy pocas personas saben para lo  que "sirve" y sin la cual, no podríamos vivir... bueno, tal vez no al nivel de la medicina, ciencia a la  que guardo mis mayores respetos (dejando temas morales de lado, los cuales, tampoco me importan mucho... )
Y bueno, ahí andaba yo, durmiendo en el piso de un edificio de los que el antiguo Generalísimo mandó construir, leyendo y compartiendo ideas con compañerxs de diferente tipo, pues no todxs tenían la suerte de compartir la sociología como ciencia de estudio.

Una de las tantas citas que grabé en mi memoria  en aquella época y me gusta citar de tanto en tanto es esa que dice "Sólo los peces muertos nadan con la corriente". Sin embargo, hoy día descubro que no sólo los muertos, sino también los salmones, ¡vea pues!  Tal vez no sea el único, pues no  conozco mucho de animalitos marinos, pero lo que me sorprende es que siempre encontramos ejemplos que van contra lo considerado normal, en ese caso la corriente del agua.

Sea como sea, no voy a dejar de alimentarme de ese exquisito ser, nací para ser omnívora, más allá de teorías vegetarianas o veganas.

Omnívora y a contracorriente, no son etiquetas, sólo maneras de vivir :-)

25 nov 2013

Lejanías

La mañana en que volvió a partir no pensó en que su comportamiento estuviera suponiendo una huida. 
Realmente, son pocas las personas que aceptan tal situación en muchos de los momentos que les toca vivir y de los cuales, prefieren escapar. Pero él, no lo pensó así, tan sólo había decidido tomar el  camino que ese día le aguardaba.
Los motores interiores que empujan a tomar unas sendas en vez de otras son díficiles de controlar, en su caso, el amor que resulta un sentimiento inocultable, era el que le llevaba a modificar su rumbo bajo pretextos vitales.
Nunca le resultó fácil querer y por tanto, a veces se convertía en un imposible que le quisieran, motivo por el cual cuando esto sucedía, se asustaba tanto y desaparecía. No era un desaparecer físico, no sólo la distancia terrestre facilita la ida, sino que se desvanencían comportamientos, detalles, palabras y sentimientos. 

La mañana se encontraba lejos, sin embargo, la hora del amanecer había llegado un par de horas antes que el sol, pues en invierno, el amanecer de noche es el amanecer normal. Se levantó de la cama, justificando sus tantos quehaceres esperando, su vida repleta de compromisos y por la cual, el alma que lo acompañaba en sus noches, debía agradecerle por la compañía. Acostumbrado a recibir y no a dar, exigía una despedida amorosa pese a que su entrega no era de tal tipo.
El otro ser, visto desde ese contexto, suponía una unidad más de los millones que pueblan la tierra sin ningún atributo en especial. Para él, no podía poseer atributos cuando ni él se los reconocía a sí mismo. Así que una vez que terminó su esmerada despedida y cerró la puerta después de un gesto con la mano acompañado de una tímida y leve sonrisa, empezó nuevamente su gran huida diaria, la de su corazón.

Aunque tratemos de huir buscando el lejano horizonte, la fuerza y costumbres del mar, siempre se encargarán de devolvernos a la orilla, punto de partida, el cual no se puede olvidar.

14 nov 2013

Estacionando

Despertar, 
desarrollar, 
crecer, 
apagarse, 
decaer, 
dormir.
....
Eso le pasa a las hojas de los árboles que se caen con la llegada del otoño. Un otoño que empieza con cara de verano y a mitad del mismo nos sorprende en su mejor indumentaria de invierno. 
Es también lo que nos pasa  en un día cualquiera, crecer cada 24 horas que pasan en nuestra vida entre etapas de alumbramiento y apagamiento.

Las hojas son como las cosechas de nuestras acciones, unas nos gustan más, pues se tiñen de colores increíbles, otras quedaron con un color algo decepcionante y luego encontramos las que resultaron como esperábamos y correspondía. Largos días, semanas y meses que con paciente espera nos dan frutos que no podemos negarnos a ver, sólo alguien con ceguera real no lo visualizaría, más sin embargo... ¡se percibe! Pues se pisa, se huele, se toca, en definitiva, se siente

Que lindo accionar nuestras ideas y quehaceres, guardar todos los resultados agradables que obtuvimos y limpiar los que no nos sirven,  actuando  nuevamente, para la siguiente cosecha que indefectiblemente volverá.