14 nov 2013

Estacionando

Despertar, 
desarrollar, 
crecer, 
apagarse, 
decaer, 
dormir.
....
Eso le pasa a las hojas de los árboles que se caen con la llegada del otoño. Un otoño que empieza con cara de verano y a mitad del mismo nos sorprende en su mejor indumentaria de invierno. 
Es también lo que nos pasa  en un día cualquiera, crecer cada 24 horas que pasan en nuestra vida entre etapas de alumbramiento y apagamiento.

Las hojas son como las cosechas de nuestras acciones, unas nos gustan más, pues se tiñen de colores increíbles, otras quedaron con un color algo decepcionante y luego encontramos las que resultaron como esperábamos y correspondía. Largos días, semanas y meses que con paciente espera nos dan frutos que no podemos negarnos a ver, sólo alguien con ceguera real no lo visualizaría, más sin embargo... ¡se percibe! Pues se pisa, se huele, se toca, en definitiva, se siente

Que lindo accionar nuestras ideas y quehaceres, guardar todos los resultados agradables que obtuvimos y limpiar los que no nos sirven,  actuando  nuevamente, para la siguiente cosecha que indefectiblemente volverá. 


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