Todavía no es de noche cuando empiezo a mostrarte mi desnudez. Tú te sorprendes y tratas de
advertirme del riesgo, pero ¿sabes? yo no le tengo miedo a mi desnudez en la claridad, por
muchos descrita como vulnerable. Ya me cayó lluvia, nieve, granizo,
también me quemé por el sol. Me paseé golpeada por las inclemencias del clima
con una luz (in)soportable.
Tú te escondes en
la noche y cuando en ella, trato de alumbrarte, me golpeas fuertemente para evitarlo. Estás
tan escondido en la oscuridad que no soportas mi desnudez visible, la ignoras.
Me paseé desnuda ante ti con infinitas luces brillando sobre mí, pero tú
ceguera me derrumbó. Así que me cubrí y me sorprendí al descubrir que me mirabas de la misma manera que cuando estaba desnuda, sin verme.
Me odias por
descubrirme porque no soportas tú propia desnudez. Yo ansío verte desnudo, pero
cuando traté de desvestirte me golpeaste casi más fuerte que la lluvia
incesante de este mes de abril, lo cual me dolió más que mi vulnerabilidad
expuesta a plena luz.
Me presenté desnuda a desvestirte, te reíste de mi
desnudez y te defendiste de la tuya.
La oscuridad tu refugio, mi desnudez tú rechazo.
Por momentos, con tu oscuridad absoluta, me resultas más
insoportable que la luz repentina luego de un plácido sueño en la absoluta
oscuridad. Creía que podía soportarte, cuando me di cuenta de lo difícil de mi
misión, me resigné a no hacerlo más. Pero mi personalidad quiso que me enfrentara de nuevo a ti. Me vestí la desnudez para soportarte entre armaduras de hierro.
Me paseé muchas veces desnuda, vos me seguías viendo sin mirar, y cuando aparecí vestida
ni cuenta te diste.
Entonces descubrí que lo que me dolía no era mostrarme, sino, que no me vieras.
No soporto esta armadura que me cubre la desnudez diurna dejándola al
descubierto en la oscuridad, donde no me ves ni aunque quisieras. Es demasiado
pesada para mí.
No soporto intentar soportarte, ni mi armadura ni tu oscuridad.
Sin embargo la temida luz siempre llega por las mañanas y a ti te tocó dormir en una habitación sin persiana. Sobre la ventana, la cortina más gruesa y oscura que jamás haya visto.
Deberías tapiar las ventanas, esas por las que ni un mínimo resquicio de luz brotaría en el más absoluto apagón de París, así Haussmann se retorciera en su tumba, pues estoy segura de que si te conociera, lo entendería, ya que hay oscuridades como la tuya, (im)posibles de mitigar.
Deberías tapiar las ventanas, esas por las que ni un mínimo resquicio de luz brotaría en el más absoluto apagón de París, así Haussmann se retorciera en su tumba, pues estoy segura de que si te conociera, lo entendería, ya que hay oscuridades como la tuya, (im)posibles de mitigar.
Cuando decido
soportarte, descubro el límite temporal de mi capacidad de soporte, y lo curioso es
que el peso de los días se hace cada vez más insoportable. Y es tan insoportable
que me planteo mil y una maneras de soportarlo. Y recuerdo… recuerdo aquella última vez, cuando decidí
ir a soportarte sin prever que luego, nuevamente, no podría hacerlo más. Pero
no, no me enfado conmigo por eso. Estoy
acostumbrada a pasearme desnuda, haya o no luz, yo se conocer y aceptar mi desnudez, y si te da miedo, entonces andá y apagá, otra vez, la luz.
Pues yo, no nací para vestir armaduras.
Bestial ana... saludos desde alicanteeee...
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