20 sept 2014

Blancos que molestan.

Todos los papeles conteniendo información en la sala se volaron cual tornado intempestivo. En plena voladera, todos mezclados, comenzando a arrugarse y a borrarse a una velocidad tal que la luz parecía lenta a su lado. Las palabras se amontonaron en grupos que nada tenían que ver con contenido  o uso gramatical, los verbos bailaban con las preposiciones, aceptaban algún que otro adjetivo y no les importaba que los signos de puntuación no estuvieran allí para ordenarlos. Los papeles retornaban a su color blanco original,  ese blanco que expuesto  ante él con una pluma cargada de tinta esperaba a cada vez dejar atrás el vacío.


Alex cada día se sentaba frente a un papel blanco, el reto de tener que darle sentido a ese trozo sin contenido era un entrenamiento diario para poder darle sentido también a su propia vida. Por eso, la mañana del huracán, ahí sentado, viendo como todos los papeles se volaban y como las largas frases se escapaban armando un festival en el aire, lo dejó helado. De repente todo el sentido se desvanecía en segundos. Los papeles regresaron blancos a los estantes, las palabras cayeron amontonadas en el suelo sin lógica alguna. Alex se levantó, y como si fuera a agarrar agua con sus manos, trató de levantar ese montoncito de palabras que se escurrió de sus manos todas las veces que lo intentó. Y fue justo en el momento en que Alex  estaba cerca de estallar en llanto escandaloso y silencioso a la vez, cuando su pluma le gritó para ordenarle regresar al escritorio. El papel blanco del día lo esperaba y ella le contó que el sentido, por muy fuerte que se haya perdido, siempre puede volver a recuperarse, y que los papeles volvían a él para dejar de nuevo atrás el vacío que había retornado.

17 sept 2014

La vida sin reloj.

Candela mira el reloj a cada instante, en el panel informativo de la calle, en el andén del metro, en el reloj de la iglesia. Candela no mira su muñeca, prefiere mirarse los pies. Son sus pies los que la trasladan al futuro, no su muñeca, por eso, para marcar  velocidad, mira hacia arriba.
Candela, no tiene relojes en la casa, solamente:

Una cerveza vacía en un mueble comprado a coste cero en la calle,  que recuerda tiempos mejores. El vacío de esa botella tiene la fuerza por momentos, de invadir toda la sala.

Un saco de boxeo que no alcanza el peso suficiente para lograr las descargas de desesperación y estrés “urbano”.
Existen seres con tres patas que tienen la fuerza de crear estrés considerado urbano.

Una guitarra por suerte  afinada, que acompaña con su melodía, la voz masculina que relata sus quehaceres diarios.

Una novela tirada al lado de la cama, que la traslada lejos del peso de su consciencia.

Una gran ventana, que muestra una realidad llena de relojes en los cuales, pasa el tiempo sin movimiento de pies.


A Candela la atrapa de nuevo el vacío de la cerveza, el tiempo pasa fuera de la ventana sin importar el bloqueo de sus pies. El saco de boxeo le demuestra su fuerza golpeándola en la consciencia, pues está agotado de aplacar estrés causado siempre por los mismos seres. La guitarra quiere suicidarse, cansada de que sus melodías no calmen lo suficiente a Candela. Pero los cinco pájaros de la pared, la están empujando por la ventana, para que se acuerde que al igual que ellos, todavía puede volar.

6 sept 2014

Al mar.

África lleva dos días sin dormir esperando su viaje. El barco está listo, y ella contenta de emprender esta partida. Sus oídos bloquearon toda información concerniente a lo absurdo de cruzar un mar en barco teniendo métodos de viaje más rápidos.  África sueña con dormir escuchando el ruido del mar, con amanecer cada día viendo un sol iluminarla en el horizonte acuático, sueña con enfrentar lo absurdo en un entorno de ideas con sentido.

Pasó días  habitando el camarote para adaptarse a su nuevo ambiente hogareño. En ese lugar él le hablaba de lo absurdo de su idea de viajar durante tantos meses, le proponía apenas un paseíto a una isla aburrida y cercana, la cual ella, ya conocía. Tantas amistades le hablaron de esa isla, de lo absurdo de  viajar tanto tiempo teniendo ese lugar ahí, a unos pasos. Por momentos él le parecía aventurero, parecía que se animaba a ir al otro lado del mundo, pero luego se retractaba, hasta tal punto muchas veces, que ni siquiera dormía con ella en su diminuto camarote. África sueña con un mar que le sorprende lleno de tormentas, pero también con ese mar que la hace sentirse libre y plena. Los métodos de viaje rápidos no le permiten ese sentimiento, la isla la aburre, es por eso que ha decidido tomar el timón sola. Sabe que el viaje es largo, pero también sabe que es posible encontrar otros navegantes, esos que le aportarán el sentimiento de la aventura, las ganas de explorar sin temer y esos que también sabe, que en una situación de peligro inminente, jamás la tirarían a la borda para que se la coman los tiburones.


África por fin comienza a navegar, el mar la está esperando.