17 sept 2014

La vida sin reloj.

Candela mira el reloj a cada instante, en el panel informativo de la calle, en el andén del metro, en el reloj de la iglesia. Candela no mira su muñeca, prefiere mirarse los pies. Son sus pies los que la trasladan al futuro, no su muñeca, por eso, para marcar  velocidad, mira hacia arriba.
Candela, no tiene relojes en la casa, solamente:

Una cerveza vacía en un mueble comprado a coste cero en la calle,  que recuerda tiempos mejores. El vacío de esa botella tiene la fuerza por momentos, de invadir toda la sala.

Un saco de boxeo que no alcanza el peso suficiente para lograr las descargas de desesperación y estrés “urbano”.
Existen seres con tres patas que tienen la fuerza de crear estrés considerado urbano.

Una guitarra por suerte  afinada, que acompaña con su melodía, la voz masculina que relata sus quehaceres diarios.

Una novela tirada al lado de la cama, que la traslada lejos del peso de su consciencia.

Una gran ventana, que muestra una realidad llena de relojes en los cuales, pasa el tiempo sin movimiento de pies.


A Candela la atrapa de nuevo el vacío de la cerveza, el tiempo pasa fuera de la ventana sin importar el bloqueo de sus pies. El saco de boxeo le demuestra su fuerza golpeándola en la consciencia, pues está agotado de aplacar estrés causado siempre por los mismos seres. La guitarra quiere suicidarse, cansada de que sus melodías no calmen lo suficiente a Candela. Pero los cinco pájaros de la pared, la están empujando por la ventana, para que se acuerde que al igual que ellos, todavía puede volar.

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