Candela mira el
reloj a cada instante, en el panel informativo de la calle, en el andén del metro,
en el reloj de la iglesia. Candela no mira su muñeca, prefiere mirarse los pies.
Son sus pies los que la trasladan al futuro, no su muñeca, por eso, para marcar
velocidad, mira hacia arriba.
Candela, no tiene
relojes en la casa, solamente:
Una cerveza vacía
en un mueble comprado a coste cero en la calle, que recuerda tiempos mejores. El vacío de esa
botella tiene la fuerza por momentos, de invadir toda la sala.
Un saco de boxeo que
no alcanza el peso suficiente para lograr las descargas de desesperación y
estrés “urbano”.
Existen seres con
tres patas que tienen la fuerza de crear estrés considerado urbano.
Una guitarra por
suerte afinada, que acompaña con su
melodía, la voz masculina que relata sus quehaceres diarios.
Una novela tirada
al lado de la cama, que la traslada lejos del peso de su consciencia.
Una gran ventana,
que muestra una realidad llena de relojes en los cuales, pasa el tiempo sin
movimiento de pies.
A Candela la
atrapa de nuevo el vacío de la cerveza, el tiempo pasa fuera de la ventana sin
importar el bloqueo de sus pies. El saco de boxeo le demuestra su fuerza
golpeándola en la consciencia, pues está agotado de aplacar estrés causado siempre por
los mismos seres. La guitarra quiere suicidarse, cansada de que sus melodías no
calmen lo suficiente a Candela. Pero los cinco pájaros de la pared, la están
empujando por la ventana, para que se acuerde que al igual que ellos, todavía
puede volar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario