6 sept 2014

Al mar.

África lleva dos días sin dormir esperando su viaje. El barco está listo, y ella contenta de emprender esta partida. Sus oídos bloquearon toda información concerniente a lo absurdo de cruzar un mar en barco teniendo métodos de viaje más rápidos.  África sueña con dormir escuchando el ruido del mar, con amanecer cada día viendo un sol iluminarla en el horizonte acuático, sueña con enfrentar lo absurdo en un entorno de ideas con sentido.

Pasó días  habitando el camarote para adaptarse a su nuevo ambiente hogareño. En ese lugar él le hablaba de lo absurdo de su idea de viajar durante tantos meses, le proponía apenas un paseíto a una isla aburrida y cercana, la cual ella, ya conocía. Tantas amistades le hablaron de esa isla, de lo absurdo de  viajar tanto tiempo teniendo ese lugar ahí, a unos pasos. Por momentos él le parecía aventurero, parecía que se animaba a ir al otro lado del mundo, pero luego se retractaba, hasta tal punto muchas veces, que ni siquiera dormía con ella en su diminuto camarote. África sueña con un mar que le sorprende lleno de tormentas, pero también con ese mar que la hace sentirse libre y plena. Los métodos de viaje rápidos no le permiten ese sentimiento, la isla la aburre, es por eso que ha decidido tomar el timón sola. Sabe que el viaje es largo, pero también sabe que es posible encontrar otros navegantes, esos que le aportarán el sentimiento de la aventura, las ganas de explorar sin temer y esos que también sabe, que en una situación de peligro inminente, jamás la tirarían a la borda para que se la coman los tiburones.


África por fin comienza a navegar, el mar la está esperando.

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