Me resulta extraño acordarme todavía de tí y que quiera encontrarte cuando sé, que por más que lo intente, no lo lograré. Hay cientos de ventanas desconocidas en las ciudades donde compartimos tanto y sin embargo, conozco el camino que debería recorrer para llegar hasta ti, a esa ventana que recibía el día a través de nuestros ojos, a la otra en la que caía la noche y nos miraba dormir una y otra vez.
Aunque no es una ruta intransitable o una dirección equivocada o mudada la que me aleja de ti, sino que eres tú quien no quiere que llegue y quien impide que eso suceda.
Así pues, me conformo con tenerte en mi recuerdo, y me pregunto si el futuro me permitirá encontrarte de otra manera que no sea así, pero, ¿qué diferencia habría?
Me sacaste, me sacaste antes de que yo decidiera irme... trataste de evitar que me fuera y luché contra esa retención. Una lucha ganada que todavía a veces hoy me duele, pues no entendí por qué me retenías si al mismo tiempo me sacabas. Pensé mucho sobre ello, reprimí emociones, contuve sentimientos, lloré la contención, pero finalmente, sonreí y aplaudí al logro. Otro logro conseguido después de vestir mi corazón de hierro.
¿Realmente me sacaste?, ¿alguna vez me dejaste entrar? Preferí no pensar en ello...
Siempre creí que estaba a tú lado, creí que estabas, que querías estarlo de la misma manera que yo lo estuve para ti, sin embargo no fue así. Y no lo era porque no me resigné a ser lo que tú querías que fuera. Por ese motivo sonrío a mi logro. Me dolió que me echaras, y me dolió tanto en el momento, como mucho tiempo después del mismo, cuando vi que hubo alguien que llegó y a quien no sacaste.
Algo que nunca imaginé es que se me cortara el corazón y se me escapara a trozos por el mundo...
Soy generosa en cuanto al hecho de repartir se trata. Me resulta fácil cortar y regalar mi corazón, así sea a alguien que permanece cerca de mí o que sé que se alejará con el tiempo. Tengo trozos que se fueron para no volver más, parte de estos laten con mucha fuerza aunque estén lejos de mi, algunos se marchitaron por el camino o al llegar a destino, otros simplemente se disecaron. Y también están los que abandonaron esta vida y cruzaron a esa otra que nos espera. La pérdida de estos últimos me tocó llorarla con abrazos invisibles.
¿Viviste alguna vez la dificultad de un abrazo vacío?
¿Dónde tienes el trozo de corazón que te regalé? Ese que murió en el mismo espacio físico en el que tú y yo nos encontrábamos y el cual, no precisó de un viaje, de kilómetros o mares para secarse. Ese que no valoraste y que además, no me devolviste.
Pero no, no te reprocho. Hay días que mi corazón visita aquellos trocitos que hacía meses o años que no veía, que le llenan de energía y permiten un latido más fuerte y seguro. Trozos que tienen capacidad de hacer olvidar los que se quedaron por el camino, como el tuyo, aquel que si bien me sangró cuando se fue, pudo cicatrizar ayudado de los que sé que si están y no se irán.
Quédatelo, no te di el amor para que me lo devolvieras, te lo di porque te quería, aunque yo no lo expresara con palabras, que es la manera más banal de decir lo que se siente.
Sé donde estás y no es en mí, ya no quiero tú ventana.