27 ene 2014

Recuerdos que vienen y revienen.



El mes de enero de 2014 está por llegar a su fin y con él, ya se siente el invierno sobre la ciudad. El frío de estos días no es mayor al de algunos días de noviembre y diciembre, oficialement meses otoñales. Sin embargo, en los árboles ya no quedan hojas de ningún color, ni siquiera las pobres descoloridas del otoño antes de que perecieran y fueran recogidas para ser convertidas en algo "occidentalmente útil". 

Es por ello que cada día, en mi mente y en mi pequeño entorno, creo sub-mundos de música y olores que me transportan a lugares exóticos que conozco y extraño. A veces pareciera mentira que mi cuerpo haya pasado por esos lugares que ahora parecen tan lejanos y que otra vez se tornan sueños. Lo curioso es recordar como lo que allí deseaba y lo que acá deseo es totalmente diferente... 

Allí  deseaba que fueran pocas y no muchas, las personas que me hablaban para poder avanzar en mi novela,  que  la cama que nos aguardaba estuviera acompañada de mosquitera así como que el calor permitiera descansar en la noche. También deseamos ver la Luna, tanto que cuando apareció aquel atardecer hubo gritos de alegría, y esa noche no importó que hubiera más pescado para los amores de terceros que para una misma.
En un sólo día podía llorar, frustrarme y reír. Acá nadie me habla, puedo leer durante horas, pero no hay teranga, no necesito mosquitera y el calor pareciera no exisitr, se volvió casi inimaginable. En un sólo día no lloro, me frustro y rio a la vez. Sino que lloro sin más, procuro evitar la frustración armándome de voluntad y me obligo a reir. 
Que cambio y que díficil podría definirse.

¿Es la dificultad proporcional al tamaño de los sueños?
 ¿Quién define que un sueño sea imposible o muy díficil?
Procuro no pensar en ellos, de momento sólo ando siguiéndolos... ¡SÓLO!




Dedicado a Rebeca y sus gritos lunáticos.

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