25 mar 2014

El don de la oportunidad.

Siempre llegas cuando más te necesito y menos te quiero. Hay momentos en los que te extraño tanto que te odio y cuando decido acostumbrar mis días a estar sin ti, entonces, te me apareces de repente. En ese momento dudo entre congelar el tiempo, en el caso de que pudiera hacerlo, adaptarme a ti o resignarme a tu paso.

La opción congelación la descarto, además, nunca me gustó el frío  aunque contigo presente nada moleste. 

En cuanto a la adaptación, asunto de valientes, dudo qué hacer según el momento de mi vida en el que me encuentre, claro que dejarme llevar es la opción que siempre más apetece. Apetecer y necesitar, ¿van unidas? Hay necesidades imprescindibles, y respecto a ti, hay varias opiniones respecto a si lo eres o no. Yo no me posiciono en ningún lado, puedo vivir sin ti, y por otro lado, me encanta cuando llegas, no importándome cuanto tiempo hayas estado fuera, ni la manera en que me dejaras la última vez.  

Si decido resignarme a tú paso, puedo prever las consecuencias a futuro, aunque a veces deseara equivocarme con ellas. Algunas veces así me pasó, pero creo que contigo, de las equivocaciones no se aprende, además, no sé si quiero hacerlo.


La otra opción que  existe, es no dejarte entrar, ¿puedo hacerlo?, ¿quiero poder? Podría responder de manera afirmativa a ambas preguntas, me desestabilizas y perturbas como no te imaginas, pero eres un reto para mí y aunque odie tu llegada repentina, más odio tu ausencia, así que, bienvenido seas. 

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