Esa fue la primera vez que Elena pasaba la noche con alguien en casa. La falta de costumbre la llevó a despertarse más temprano de lo habitual, parecía que hubiera pasado una eternidad desde que abandonó la casa rumbo a la Place. Decidió que Diana se merecía un amanecer normal, sin acciones particulares y díficiles de repetir próximas veces. No acostumbraba a dejarse llevar por pautas marcadas y no iba a hacerlo ahora. Así que calentó agua, abrió la ventana, aromatizó la casa y la musicalizcó.
Cuando terminó la novela seguía sin entender nada. ¿Debía sentirse feliz, aliviada o esperanzada? El alivio es algo que suele durar poco y que reclama mayor alivio poco tiempo después de ser aliviado, así que se entregó, otra vez. La entrega en solitario siempre dura menos que en compañía, Elena no estaba acostumbrada a compartirla, así que esta vez, se la disfrutó mucho más sola que cuando Diana la ayudó.
La esperanza la había defraudado en varias ocasiones, y una ilusión creada en una larga duración, luego de menos de 24 horas de realidad, era demasiado arriesgado. Así que optó por descartarla.
¿Felicidad? Años de investigación y no hay acuerdo sobre el concepto, pensaba Elena, pero en ese nuevo día, podría ser el sentimiento que mejor la definía. Aceptó dejarse invadir por ella y dejar de proyectar, por un momento si merecía aplicar la pauta de, el futuro no existe, sólo el aquí y ahora.
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