17 jun 2014

Trenes.


Otra vez estoy ahí, sentada, mirando las vías y esperando que llegue el siguiente metro que me acerca a ti. Una estación peligrosa en la noche y concurrida por el día. Sin embargo, las precauciones y las aglomeraciones pasan de largo por mi mente en la cual ahora sólo tú, estás presente. 

En cada tren que me acerca, las ansías recorren cada una de mis venas. Una carrera entre andenes para evitar alargar la espera en mi unión a ti, siquiera, cinco minutos más.
Minutos más tarde no hay nada a que temer, ni nada que recordar ni ansías que aplacar. De nuevo te tengo ahí, a mi lado. Entonces la realidad se desvanece, podría buscarla a través de las ventanas, pero no, ahora la realidad de fuera no importa,  más sin embargo, existe. 
El tiempo, cómplice, nos maltrató. Pero ¿cómplice de qué? Cómplice de que las horas a tu lado se convirtieran en segundos imposibles de congelar, cómplice de devolverle la importancia a la realidad a través de las ventanas, cómplice de la corta duración de las noches de junio, cómplice de recordarme que de nuevo debo partir...

De nuevo, sentada mirando las vías, espero cada uno de los trenes que me aleja de ti, en los cuales tú recuerdo, invadirá mi pensamiento.
Hay evidencias en mí de mi paso por ti. La evidencia de la sensación que tú piel genera en mi organismo, el cual alteras llenándolo de desvelos. Nos comimos las horas, vos me comiste el sueño, el hambre, más sin embargo, me llenaste.
La realidad golpea la puerta donde se reconstruyen mi esperanza e ilusión, golpea y entra dando órdenes preventivas de futuras heridas, ¿será posible acercarme a ti  sin herirme y alejarme de nuevo sin que me duela?

El metro llegó y al subirme a él tomo consciencia de que París me sigue ofreciendo nuevos rincones, y es así como con el paso de los días, semanas, meses y pronto años... la ciudad, se sigue anclando en mi.





No hay comentarios:

Publicar un comentario