Un fardo de años
me arrastra en un vaivén de situaciones hacia allá y acá pero más para allí que
para aquí. Regreso al aquí y encuentro un otra vez. De pronto los años no
pasan, de pronto las conversaciones se repiten, los hábitos, formas de hablar y
de no hacerlo… Cambiar para que todo siga igual, como ya leí hace años. Cambiar
para que todo siga igual, y ¿qué cambia? La negra Sosa respondió bien, sin embargo,
el vaivén sigue y la profesión se repite, soñadora. Mucho se ha leído y cantado
al respecto de esta profesión, solitaria, gratuita y sencilla. ¿Útil? Tal
vez.
Entonces si es
cambiar para que todo siga igual, ¿para qué volver? ¿Qué es lo que merece la
pena encontrar? ¿Qué es lo que nos apena dejar? ¿Qué es lo que nos alegra
redescubrir? Hábitos, costumbres, maneras. Algunas tan dejadas y olvidadas que
hasta molestan al reencuentro. Y de nuevo, sensaciones y miedos, temores,
esperanzas viejas que se repiten, pero ¿cómo se sienten? Impasibles, cada vez más.
Y de nuevo un
afán de agarrarme a ese vaivén que me llevará a lugares remotos donde el corazón sonríe de nuevas experiencias, llora por las desconocidas y amargas y finalmente decide acorazarse de nuevo. ¿Para qué estar aquí o allá, para qué irse y para qué volver? ¿Hay qué aportar, extraer o
concluir algo en este camino? El día pasa, nuevamente, buenas noches, que lindo que es
dormir de nuevo y soñar y de repente, otra vez, ¡Buenos días vida! Soñar despierta, o soñar dormida, lo importante es seguir soñando.
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