4 feb 2014

Sin límites.

Una mañana me desperté mientras alguien gritaba mi nombre. Cuando alcancé a llegar a la ventana y mirar a través de ella, no vi más que un hombre jugando con un lindo perrito. Debido a la poca visibilidad que tenía por esa ventana decidí salir a buscarlo. Miraba a todos lados, caminé incluso de un lado a otro de la calle, pero no había nadie más, ese hombre llamaba a su perro por mi nombre.


Los límites siempre me confundieron. 
Límites son esas línas imaginarias o físicas que delimitan hasta dónde podemos o no llegar. 
Cuando camino hacía el mar cruzo el límite que me moja o decido permanecer seca. 
Cuando camino en la montaña decido tirarme por el precipicio o  mantenerme 
a salvo.
Cuando mi mente vaga por tú recuerdo, decido recrearme en ti o sacarte de mis pensamientos.

A veces me sorprende ver hasta dónde estoy dispuesta a llegar. Creo que mantengo mis límites a salvo, otras sin embargo tengo mis dudas. Pero a salvo ¿de qué o quién? Pues del agua, de la solidez de un suelo firme y de los sentimientos que tus recuerdos generan en mí.


Así que he decidido que ya está bien de tanto salvar,
 me voy a mojar, voy a echar a volar y te voy a enfrentar.


Atardecer en Étretat, cuyos precipios invitan a saltar. 

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